
Envuelto en cinco almohadas espero a morir, alimentándome de suero artificial, chorreo sangre hundiendo la cuchara en lemon curd.
Y qué más da, si nadie lo sabe.
No tengo pastillas, ni sueño, ni jamón del bueno, ni vendas para hacerme un torniquete, ni a nadie que me las traiga.
Y sólo tú sabes.
Que Lemmoncurd no vive en la calle Zarco. Me quito la venda de los ojos y aprieto la herida con fuerza.